Imaginemos un bonito cántaro lleno de agua. El agua viene a simbolizar la vida, tu vida, y las cosas y personas que ese todo implica. El cántaro sería el encargado de dar forma a ese sustento vital, a la par eterno y efímero... Al principio, el cántaro es nuevo, no está desportillado ni tiene fisuras, el agua se conserva y no hay riesgos aparentes de evaporación o escapes... Pero a medida que el tiempo pasa el cántaro va perdiendo su cromatura, su brillo inicial, la novedad de su forma y su resistencia, sus asas se vuelven más frágiles y la cerámica más endeble... Entonces surgen las primeras fisuras, el agua emana por ellas y parte de su pureza y transparencia se va perdiendo. En ocasiones, en lugar de grietas, alguien o algo destapa nuestro cántaro y nos roba un gran vaso de agua, a veces incluso, hasta la mitad de su contenido, y nos deja secos, baldíos... Pérdidas, pérdidas, pérdidas... Sed, amargura, dolor... Y cuando apenas quedan unas gotas, esas que ya han adquirido el sabor del barro, que se consumen solas lejos de la abundancia del principio, nuestro cántaro vuelve a llenarse casi automáticamente y podemos vernos reflejados en sus aguas: nuestras alegrías, nuestros recuerdos, nuestra vida a través de un ojo de pez... Hoy tú nadas hacia el mar, agua dulce azul marina, hoy tu cántaro vuelve a llenarse mientras que con tu partida vacías muchos otros, hoy les dejas en sequía, les observas desde lejos para bucear a tu antojo rodeado de nuevos colores, en ese nuevo tú , en lo que has sido, en lo que eres... Pérdidas, pérdidas, pérdidas... Sed, amargura, dolor... La felicidad de 57 años de amor es el único consuelo que dejas, no es poco, pero nunca es demasiado... Adiós, ojo de pez...
Evidentemente tienes un talento especial para la metáfora, que resulta muy bonito.
Así y todo, hechas las comparaciones, la actitud ante la vida determina el estilo con que las manifestamos.
Nunca es demasiado poco... =)
Puedo imaginar mi vida como un ánfora cargada de agua clara que, como dices, con el tiempo se va agrietando por fuera y pierde su contenido. Algunos con sus manos, atrevidos con cacharros te roban el alma como si fuese indolora o inacabable. Y la contaminación... expuesta la claridad al polvo que levantan los que corren a mi lado (por Dios, que no me pateen...!), a la suciedad de los dedos que hurgan el fondo...
Y en el fin, desagotada, desalmada el ánfora que apenas puede mantener su forma, se vuelve incapaz de retenerme.
Y dejo atrás las manos turbias, los dedos sucios, las piernas polvorientas, el barro ajado, debilitado: paso a través de todos ellos, porque ninguno puede contenerme, ninguno puede retenerme como lo hizo mi ánfora, creada para mí, y sin la cual no hubiese sido yo.
Pero más tarde o mas temprano viajo al río; con ímpetu me vuelco en el mar en miles de fragmentos, para ser más uno que nunca!, porque participo del agua libre, el agua sin cántaros.
Purificada, acompañada, liviana de toda mi pesadumbre, invisible asciendo al cielo y, por un regalo divino soy lanzado en gotas, piedras o cristales; en vuelo hacia la tierra, para protestar contra el pavimento, nutrir una semilla, alimentar una inspiración, acompañar una lágrima, o interferir el sabor de un atrevido beso bajo la lluvia.
Y así vivir por siempre... hasta en tus ojos; en la humedad de las pupilas con las que ahora me lees...
Es muy bonito.
Escrito por Isa a las 6 de Diciembre 2004 a las 02:18 PM